Corremos al ritmo del reloj sin parar,
apoderándose secuestrando la libertad.
Dormimos con el reloj vigilando el sueño,
guardián de cada pestañeo y suspiro.
Pendientes de los segundos del reloj,
intentando exprimirlo para vivir mejor.
Quizá tomar el control del tiempo debiéramos,
aprendiendo a valorar la belleza que nos rodea.
Detenernos con la complicidad de la mente,
aprendiendo de la percepción de ser dueños.
Nos pertenece la vida como la libertad de decisión,
con la condición de no desertar de decidir.
El tiempo no es un reloj, ni lo que marquen las agujas,
sencillamente hacerlo latir al ritmo del corazón.
By Clemente