Cuando niño tenemos la magia como compañera,

dándonos la mano en cada uno de nuestros deseos.

Nuestras ilusiones tiene una luz especial,

llena de una ganas de vivir intensas.

Esas ganas que cualquier pequeño detalle,

puede llegar a convertirse en una carcajada.

Convertimos en adulto nos roba esa magia,

más debiéramos intentar recuperarla.

Encontrarla no sería difícil, aprecia la mirada

de uno niño feliz, corriendo sin parar.

Observa los ojos de quien sonríe, descubrirás

que todo se convierte en transparente.

Dibuja en grande cada sueño, para convertirlos

en manantial de energía positiva.

Que importa que el tiempo se detenga,

pare solo un segundo, disfrútalo.

Quizás cuando aprendamos que la suma

de cada segundo es la vida, aprenderemos

a ser felices.

By Clemente

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