Las arrugas son el disfrute
de las vivencias,
más allá de los años
de nuestras existencias.
Pliegues de sabiduría
curtida en la adversidad,
repletas de luchas,
esperanzas y caricias.
Seres especiales que han transitado
por vericuetos,
merecedores del afecto
y la veneración.
Las arrugas las sentimos
como envejecimiento,
siendo por dentro,
donde la llama no envejece.
Pasamos los años preocupados
por las apariencias,
dejando atrás aquellas semillas
germinadas.
Semillas cultivadas
con esmero y afecto,
siembra de lo mejor
de nosotros,
que no debemos
dejar marchitar.
El gozo de recoger ese fruto
nos transformará en luz,
iluminando ojos,
latiendo corazones
o desplegando sonrisas.
Resultado de aprender
a envejecer con las estrellas,
con cada luna,
enamorándonos del sol
al amanecer.
Joven para envejecer
y viejo para rejuvenecer,
tiempos donde brillar
y años aceptados
para crecer.
Una eterna dicotomía
enfrentando esperanzas
y tristezas,
siendo la alegría
la guía
capaz de iluminar
nuestros tiempos.
By Clemente