Dedos sobre las teclas de un piano,

acariciando la música en silencio.

Cada nota va formando un círculo,

envolviendo el ambiente en pasión.

Pasión atravesando nuestro cuerpo,

haciendo de cada vibración un estímulo.

Estímulos de creación fusionándose,

elevando el espíritu por nuevos caminos.

Nuevas oportunidades para pincelar,

lo que somos capaces de aportar.

Con la delicadeza de una caricia,

y con la garra perseverante de la constancia.

Pues en nuestras manos está la ternura,

la calidez de saber de trazar líneas paz.

Una paz que quizá a veces olvidamos,

adentrándonos en la perturbación del ruido.

Un ruido externo ahogando cada latido,

cada pensamiento extinto antes de dar luz.

Quizá porque abrazamos y valoramos,

visiones ajenas, cegando las propias.

Por ello cada intento de ser fructífero,

sucumbe casi en el momento de su gestación.

Nunca es tarde para no sucumbir,

dejando que la armonía nos invada.

Armonía equilibrando todo en lo que creemos,

sintiéndonos cómplices con nuestro espíritu.

Un espíritu lleno de intuición, a la espera,

deseando iluminar la mente y el corazón.

Oportunidades dejadas pasar cual viento,

al dedicar demasiado tiempo a escuchar,

a envolvernos en un ruido silenciador,

provocando la incapacidad de poder pensar.

By Clemente

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